Lopo Martino yace en el descampado cercano al cementerio. El auto quedó con el motor encendido y las puertas abiertas. Un tiro en el pecho, a quemarropa. Un pijo menos. Entre sus manos todavía sostiene la escopeta de papá. Un collar de perlas cuelga del bolsillo derecho de su pantalón. Adicto al juego, la coca y las putas. ¿Alguien da más?...
Suenan las sirenas, alguien lo observó desde la carretera. Una humareda de tierra responde al brusco frenazo del patrullero Castello. Tosiendo acerca su pañuelo a la boca... ¡Puto polvo! –exclama, mientras se quita las gafas de sol y lanza una mirada de desprecio al todavía palpitante corazón del suicida. Caso resuelto.
Una vela prendida en la boca, un hilo blanquecino desciende por la comisura de unos labios rojos evidentemente operados. Una aureola sanguinolenta sobre la moqueta rodea su cabeza. Por único vestido unos pantis de rejilla que dejan a la vista una consolidada celulitis. Un as de bastos en la raja del coño ¿deudas de juego? y una rosa en la mano, seguro que la rosa se la pusieron para despistar. No se sabe nada más. Desnuda le sorprendió la muerte en Pradilla 52.
El patrullero Castello gira sobre sí mismo buscando una explicación racional a semejante escenario criminal y desmayado cae sobre el sillón del recibidor, nunca logrará acostumbrarse al fétido olor de la muerte. Cuando el patrullero vuelve en sí fija involuntariamente su mirada en el coño de la hembra que, lúbricamente abierta, hace su último servicio a la humanidad: el patrullero ha tenido una gran erección.
Afortunadamente portaba entre sus manos un ejemplar del New Herald que le garantizó la intimidad del mórbido placer. Un sudor frío recorría sus pensamientos ¿Quién? ¿Por qué? Por lo menos el forense averiguará el ¿Cómo?
El chico de los recados informa con precisión quirúrgica y voz engolada: se trata de Roser Ciuraneta, soltera, catalana, 55 años, prostituta, llevaba más de quince años recibiendo en el mismo piso. A pesar de ello se anunciaba en el New Herald como cuarentona con 120 de pecho, recibe en top less, pero como le debía ir bien el negocio no se molestó en cambiar la edad en quince años. La especialidad de la casa, francés completo sin. Todo el día mamando pollas… -dijo el novato con cara de asco.
Hijo mío, -le interrumpió el patrullero Castello, cuando tengas mi edad sabrás valorar a estas mujeres en su justa medida. ¿Has interrogado ya a los vecinos?
Sí -respondió el novato, según los vecinos era una mujer muy extrovertida, pero discreta, vestía de forma elegante y siempre generosamente rodeada de joyas. Las vecinas se quejan de los ruidos, siempre andaba con tacones y tenía muchas visitas, ¡Esto se veía venir! dicen....
Bueno, chico de los recados, vete y tráeme al forense quiero hablar con él –ordenó el patrullero.
Muchachos -dijo Castello mientras se aproximaba al cadáver, si ya habéis terminado con las fotos voy a apagar la puta vela de los cojones, a esta nena se le está llenando la boca de cera. Mientras doblaba sus rodillas sobre el cadáver su intuición policial le hizo dirigir su mirada al hilillo, uhnm esto no parece cera, -pensó, mientras untaba su dedo índice en la sustancia y se lo llevaba a la boca.
Dadle un poco de pan al patrullero –bramó el Doctor Gila desde la puerta, el patrullero se acaba de comer nuestra única prueba. Castello acaba de averiguar que la interfecta no había comido precisamente paella antes de morir.
Abra la boca patrullero -dijo el forense mientras esgrimía un palito en su mano derecha para tomarle una muestra de la sustancia ingerida. Necesitará un buen trago, Castello.
¿Ha sido violada? –inquirió el patrullero mientras abría la boca.
¿Cómo quieres que te conteste a eso? ¡Si está más abierta que una puerta! –rugió el Doctor Gila.
El dictamen forense del Doctor Gila era conciso: golpe con objeto contundente en la base del cráneo, incompatible con la vida. Tetas y labios de silicona. Marcas de joyas arrancadas en cuello, orejas, manos y pies, seguro que el asesino necesitaba pasta. En cuanto a la sustancia blanquecina de la boca no precisaba mayor aclaración forense.
De repente el silencio sepulcral se ve interrumpido por una canción: …prende una vela por mí en la ermita del santo… Pronto se descubre el origen, es el politono del móvil de Roser, emitiendo un conocido corrido mexicano. Tras un breve impass, el patrullero reacciona y manda contestar al chico de los recados que está ocupado acariciando entre sus brazos a la perrita faldera de Roser que no para de gruñir al patrullero.... Demasiado tarde, dejó de sonar.
¡Chico de los recados! –dijo, con voz impostada, quiero que investigues todas las llamadas de ese puto móvil en la última semana, ordenó Castello, ah! ¡Y llévese a esa jodida perra que no hace más que ladrarme!
En confianza, -se dirigió Castello al Doctor Gila, creo que se trata de un asesinato ritual con significado satánico. Sospecho de los narcos mexicanos, son muy aficionados a este tipo de supersticiones, quizás esta puta se pasó de lista y se la cargaron, los mejicanos son muy pasionales.
No se preocupe patrullero –contestó Gila, la perrita no le ladra gratuitamente, seguro que el propietario del semen que ha chupado ha sido el asesino de su dueña, la perrita no se puede equivocar, lo huele. Un simple análisis del ADN nos llevará al último cliente de Roser. Pero por Diós, ¡vaya a lavarse la boca!