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ESCUPIRÉ SOBRE TU TUMBA

¿Puedo tocarte?...

-No, eres muy fuerte –me dijo en voz baja. Ahora estábamos tendidos sobre el costado, mirándonos cara a cara. La empujé con delicadeza, hasta que quedó dándome la espalda, y entonces me acerqué a ella, y ella separó ligeramente sus piernas para abrirme paso....¿me vas a hacer daño?.

-No. Seguro que no –la tranquilicé.

No hacía otra cosa que pasear los dedos por sus pechos, de los lados a los pezones, y la sentía vibrar contra mí. Sus nalgas redondas y calientes encajaban perfectamente con la parte alta de mis muslos, su respiración se aceleraba.

-¿Quieres que apague la luz? –murmuré.

-No. Me gusta más así.

Liberé mi mano izquierda de debajo de su cuerpo y le aparté los cabellos de la oreja derecha. Hay mucha gente que ignora lo que se puede hacer con una mujer besándole y mordisqueándole la oreja, es un recurso infalible. Se retorcía como una anguila.

-No me hagas eso.

Me detuve al instante, pero me cogió de la muñeca y me apretó con una fuerza extraordinaria.

-No dejes de hacérmelo.

Volví a empezar, más pausadamente, y de repente observé que contraía todos los músculos, y luego se relajó y dejó caer de nuevo la cabeza. Mi mano se deslizó a lo largo de su vientre y me di cuenta de que algo había sentido. Me puse a recorrer su cuello, con besos rápidos, esbozados apenas. Veía como se estiraba su piel a medida que yo iba avanzando hacia su nuca. Y entonces, suavemente, cogí mi miembro y entré en ella, con tal facilidad que no sé si se dio cuenta hasta que empecé a moverme. Todo es cuestión de preparación. Pero ella se zafó de un golpe de caderas.

-¿te molesto? –le pregunté.

-Acaríciame más. Acaríciame toda la noche.

-Esa es mi intención –le aseguré.

La poseí de nuevo, esta vez con brutalidad. Pero me retiré antes de satisfacerla.

-Me vas a volver loca... –murmuró.

Se tumbó boca abajo y escondió la cabeza entre los brazos. La besé en las caderas y en las nalgas, y luego me arrodillé encima de ella.

-Separa las piernas –le dije.

No me contestó, pero las separó, despacio. Metí mi mano entre sus muslos y me guié otra vez, pero erraba el camino. Se puso rígida, y yo insistí.

-No quiero –protestó.

-Arrodíllate –le dije.

-No quiero.

Y entonces arqueó las caderas y dobló las rodillas. Mantenía la cabeza entre los brazos, y yo, lentamente, iba cumpliendo mi propósito. Ella no decía palabra, pero yo sentía su vientre subir y bajar, y su respiración que se aceleraba.

Sin soltarla, me dejé caer a un lado, y cuando quise ver su cara brotaban lágrimas de sus ojos cerrados, pero me dijo que me quedara.

NdRM: Fragmento de "Escupiré sobre tu tumba" de Vernon Sullivan (aka Boris Vian)

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