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LA MISMA MIERDA

El poder, tal como es concebido por el totalitarismo, descansa exclusivamente en la fuerza lograda a través de la organización. De la misma manera que Stalin concibió a cada institución, independientemente de su función real, sólo como una «correa de transmisión que conecta al partido con el pueblo» y creyó honradamente que los más preciados tesoros de la Unión Soviética no eran las riquezas de su suelo o la capacidad productiva de su inmensa mano de obra, sino los «cuadros» del partido (es decir, la Policía), así Hitler, en fecha tan temprana como 1929, vio la «grandeza» del movimiento en el hecho de que sesenta mil hombres «han constituido exteriormente casi una unidad, que realmente estos hombres son uniformes no sólo en ideas, sino que incluso su expresión facial es casi la misma. Mirad a esos ojos alegres, a ese entusiasmo fanático, y descubriréis... cómo cien mil hombres de un movimiento se convierten en un solo tipo» Hannah Arendt "Los orígenes del totalitarismo"


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