LA DIOSA
Un anciano oriental, robusto, cuyo rostro exhibía una serenidad cautivadora, colocaba a la joven sobre sus piernas, las nalgas blanquísimas, nalgas de leche fresca, ofrecidas; de inmediato procedía a pegarle con una especie de raqueta de madera. Alternaba el castigo con delicadas caricias en la zona afectada. La chica trataba de no chillar, pero terminaba quejándose a gritos y llorando a moco tendido. Al concluir la golpiza, el Amo, con suma ternura, la ataba de forma que quedaba absolutamente inmovilizada, y ponía la polla al alcance de su boca a manera de premio. No por mucho tiempo, sólo un momento. A su juicio, la chica no merecía más.
Los ojos de la joven relucían de puro agradecimiento. "La Diosa" de Juan Abreu
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