LOS SABIOS
Conozco individuos que leen muchísimo, libros, revistas, suplementos dominicales…, letra por letra, y sin embargo no pueden ser tildados de "lectores". Poseen una multitud de "conocimientos", pero su cerebro no consigue ejecutar una distribución y un registro del material adquirido.
Les falta el arte de separar lo que es de valor y lo que es inútil, conservar para siempre en la memoria lo que en verdad interesa, pudiendo saltarse y desechar lo inútil. La lectura no debe entenderse como un fin en sí misma, sino como medio para alcanzar un objetivo. La lectura debe proporcionar una idea de conjunto del mundo. Es necesario que el contenido de la lectura no sea aprendido de memoria, sino que sea como pequeños mosaicos en un cuadro más amplio, cada uno en su lugar, ayudando de esta forma a esquematizarlo en el cerebro del lector. De otra forma, resulta una acumulación de materias memorizadas, enteramente inútiles, que transforman a su poseedor en un presuntuoso, seriamente convencido de entender algo de la vida, de poseer cultura, cuando la verdad es que con cada aumento de esa clase de conocimientos más se aparta del mundo, hasta que termina en un sanatorio o como político en un parlamento.
Nunca un cerebro con esta formación conseguirá retirar lo que es apropiado para las exigencias de determinado momento, pues no está adaptado al orden natural de la vida, sino al orden de sucesión de los libros, cómo los leyó y por la manera que amontonó los asuntos en su mente. Cuando las exigencias de la vida le reclaman el uso práctico de lo aprendido, entonces mencionará los libros y el número de las páginas y, pobre infeliz, nunca encontrará exactamente lo que busca.
En las horas críticas, esos "sabios", cuando se ven en la dolorosa contingencia de encontrar casos análogos para aplicar a las circunstancias de su vida, sólo descubren remedios falsos. Yo no soy ZP.
Nota: la chica de la foto lee "Diario de una ninfómana"
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