PAISAJES PERDIDOS II
Cuando escribí la primera parte de este artículo un lector poco comprensivo me acusó de nostálgico y de ponerme tierno con boberías. Quizás llevara algo de razón, lo cierto es que esos cajones guardaban más cosas de las previstas como algún condón caducado de dudoso origen. Demasiadas emociones para un corazón tan débil como el mío.
Lo más gratificante de todo fue abrir esas cajas donde guardabas de todo, incluso apareció la cajita de la insignia que nos entregó el Decano al acabar la carrera, me vinieron a la memoria aquellas alcohólicas aperturas paralelas y desastrosas fiestas varias cuando procedí a abrirla, pero no encontré la insignia, su lugar había sido ocupado por un par de chinas de hachís que debí guardar para el mañana, cual hueso de perro.
Incluso apareció el abono del metro de Londres, recuerdo de aquel viaje del 93 a visitar a Torpedo. ¡Qué buenas las albóndigas de su mamá! Le llevé unas cuantas en un tarro en una bolsa isoterma junto con otros varios productos ibéricos que ya se pueden imaginar. Lástima que mi bolsa fuera elegida por el puto perro policía para hacer una exhaustiva búsqueda de píldoras euforizantes. Todavía me descojono cuando me acuerdo de la cara que puso el bobby cuando sacó en su mano pringada de grasa el tarro (no sé si fue debido a la presurización del avión o a que el tarro estaba mal cerrado) de las albóndigas lo puso a la altura de sus ojillos bretones y, mientras el perro movía el rabo, el bobby movía sus bigotes y decía oh!! Meatballs!! (albóndigas en la lengua de sexpir). No es necesario decir que me dejaron marchar ipso facto rumbo a Victoria Station. Supongo que expedientarían al perro albondiguero.
P.D. para cinéfilos: La foto nostálgica es de Richard Burton en la película de John Huston "La noche de la iguana"
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