PLATAFORMA MICHEL HOUELLEBECQ
Jean-Yves alzó los ojos hacia el rostro de su madre; miró el moño grisáceo, los rasgos severos: no era fácil sentir un impulso de ternura o afecto por aquella mujer; desde que podía recordar, ella nunca había sido dada a los mimos, y resultaba igualmente difícil imaginársela en el papel de amante sensual y guarra. De repente, se dio cuenta de que lo más probable es que le hubiera jodido la vida a su padre desde el principio. Fue una conmoción terrible, crispó las manos en el borde de la mesa: esta vez todo era demasiado irremediable, demasiado definitivo. Con desesperación intentó recordar un momento en que hubiera visto a su padre sereno, contento, sinceramente feliz. Quizás una vez, cuando tenía cinco años y su padre intentaba enseñarle el funcionamiento de un Mecano.
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