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rutamudejar

Patrullero Mancuso

BAD COMPANY

En Waco se ha vuelto a montar....

Los socios en este negocio no traicionan y si traicionan se mueren (Pablo Escobar)

COORDINACIÓN

          

                      

CÓMO JODER A LA POLICÍA

Ahora que el mundo árabe está revuelto voy a darles a los manifestantes una idea cojonuda para...

Sólo tienen que seguir estas fáciles instrucciones...

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FALSO RUMOR

Tras recibir la llamada de la DGT, debemos rectificar la noticia de ayer: la Guardia Civil no está en huelga de bolis caídos, está realizando un operativo de control, las mujeres menores de 20 años tienen la mala costumbre de olvidarse el permiso de circulación en casa, incluso se han dado casos de mujeres que han infringido la norma varias veces en el mismo día... los agentes continúan trabajando ¿quién si no va a hacerlo?

“Le digo a usted Señor Guardia,

que ya he mirado tres veces en la guantera

y no encuentro el permiso de circulación...”




“Mire usted bien otra vez, Señora, que seguro que esta ahí ¡¡¡”

TODO POR LA CHORRA

TODO POR LA CHORRA

 

El rumor ha resultado ser cierto, estos últimos meses la Guardia Civil de Tráfico se anda tocando la chorra en protesta por las rebajas salariales impuestas por ZP y solamente sancionan las faltas más graves. De hecho yo fui personalmente testigo de ello cuando hace unas semanas me pararon a la salida de Huesca en un control de alcoholemia y el guardia se me acercó con el alcoholímetro en la mano y me preguntó: ¿ha bebido usted? y yo le contesté: No!, a lo que él me replicó: pues arreando!, y me dio paso para que continuara circulando. Esperemos que esta huelga de bolígrafos caídos se mantenga con carácter indefinido. ¡Muera la productividad! ¡A tocarse la chorra todos!

NdRM: de la foto se deduce que el agente tenía verdadera necesidad de aliviarse, fijaros en la urgencia del aparcamiento sobre la línea divisoria de color blanco. RM les aconseja aliviarse con frecuencia para evitar la formación de piedras de origen lácteo en el conducto urinario.

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HAY PARA TODAS

HAY PARA TODAS

 

"Con semejante atuendo, el sujeto pasaba inadvertido, tanto como una tarántula sobre un pastel de crema"

Fragmento de "Adiós,muñeca" (farewell, My lovely), una novela de Raymond Chandler, en la película homónima Robert Mitchum interpreta al duro (por las ostias que recibe) detective Philip Marlowe. 

Como este fin de semana un respetable señor casado me reprendió duramente por haber quitado del blog sus enlaces favoritos a páginas pajilleras, haciendo honor a ese refrán tan español que siempre se nombra en las bodas (para polvos los de soltero y para pajas las de casado), me declaro arrepentido y, en aras a la gran labor social que para el mantenimiento de la paz social y conyugal realiza RM, enlazo, en honor a mis lectores casados, tres conocidas webs que a buen seguro serán de su interés.

Para compensar todo lo anterior, también enlazo para los lectores menos necesitados de aliviaderos de tensión sexual, un aliviadero de la prensa seria, Banana Tribune, pero no por ello de menor valor informativo, y un buen blog, Alt1040, para los lectores más comprometidos, tecnológicamente hablando.

NdRM: para el que no lo sepa, los enlaces están en la columna de la izquierda... un poco más abajo...más, más,... ahí, ahí

 

La Policía Local de Madrid saluda a RutaMudéjar (no todo va a ser poner multas).

Foto enviada por piernabuena

¿DÓNDE ESTÁ MANCUSO?

¿DÓNDE ESTÁ MANCUSO?

 

El patrullero Mancuso miró el reloj.  Llevaba ya ocho horas en la estación de autobuses. Era tiempo ya de entregar el disfraz en la comisaría y regresar a casa. No había detenido a nadie en todo el día y, además, parecía haber cogido un catarro. Allí hacía mucho frío y hacía mucha humedad. Estornudó e intentó abrir la puerta; pero no se abría. Sacudió la manilla, forcejeó en la cerradura que parecía trabada. Tras más o menos un minuto de esfuerzos y empujones, gritó: ¡Socorro! (John Kennedy Toole, "La conjura de los necios")

Como os podeís imaginar el patrullero Mancuso no sale en la foto ya que está encerrado en el baño (masturbándose quizás?) del bar gritando socorro mientras sus compañeros, absortos en la contemplación de la película porno, no le hacen ni puto caso. Esta foto, real como la vida misma, fue tomada en un conocido bar del zaragozano barrio de Las Fuentes donde ponen porno para desayunar, aparte de las porras de la parte izquierda de la pantalla y de las porras de los tres polis (y de la porra de Mancuso que está en el baño) y de la porra que tiene en la mano la protagonista de la peli, por supuesto.

Espero ansiosamente el comentario de Jugila, ya que solamente comenta los artículos más zafios.

PATRULLERO MANCUSO

PATRULLERO MANCUSO

 

 

El patrullero Mancuso tuvo una buena idea, que le había proporcionado nada menos que Ignatius Reilly. Había telefoneado a la casa de los Reilly para preguntar a la señora Reilly cuándo podía ir a la bolera con él y con su tía. Cogió el teléfono Ignatius, y se puso a aullar:

-Deje de molestarnos, subnormal. Si tuviera algún sentido, estaría investigando en antros como ese putiferio Noche de Alegría en el que fuimos maltratados y expoliados mi querida madre y yo. Yo fui víctima, por desgracia, de una mujerzuela viciosa y depravada, una de esas chicas que se dedican a hacer beber a los clientes. Además, la propietaria es nazi. Suerte tuvimos de poder salir de allí con vida. Vaya a investigar ese antro y déjenos en paz a nosotros, destrozahogares.

John Kennedy Toole "La conjura de los necios"

PATRULLERO MANCUSO

PATRULLERO MANCUSO

 

El patrullero Mancuso disfrutaba subiendo con aquella moto por la Avenida St. Charles. Había cogido en la comisaría una moto grande y ruidosa, todo cromo y azul celeste, y sólo con tocar un mando podía convertirse en una especie de máquina del millón llena de luces chispeantes, parpadeantes, cegadoras, blancas y rojas. La sirena, una cacofonía de doce gatos monteses enloquecidos, bastaba para que los personajes sospechosos de un kilómetro a la redonda defecasen de pánico y corriesen a esconderse. El patrullero Mancuso sentía un amor platónicamente profundo por aquella moto. (La conjura de los necios - John Kennedy Toole)

La foto fue tomada en Phuket (Tailandia), concretamente en Patong Beach ya que Phuket es una isla bastante grande, durante la celebración del año nuevo o song krang que es como se dice en idioma tai. Como podéis observar los dos crios de la foto van provistos de pistolas de agua y es porque los tailandeses celebran estas fiestas tirándose agua (los falangs o guiris en español las celebramos tirándonos a las tailandesas). Pues bien, el texto del patrullero Mancuso me viene de perlas para poner una foto de un tailandés motorizado a la usanza tai, allí la policía patrullera también va en moto, pero lamentablemente no dispongo de testimonio gráfico, además en el único contacto que tuvimos con los patrulleros locales nos birlaron unos cuantos baths, aventura que os contaré en un próximo post.

LA COHJURA DE LOS NECIOS – JOHN KENNEDY TOOLE

-¿Qué andas murmurando ahí dentro, chico? –preguntó su madre al otro lado de la puerta cerrada.

-Rezo, madre, rezo –contestó, furioso, Ignatius.

-El patrullero Mancuso viene hoy a vernos por lo del accidente. Será mejor que reces una plegaria por mí, cariño.

-Oh, Dios mío –murmuró Ignatius.

-Creo que es maravilloso que reces, niño. No sabía qué podías hacer tanto tiempo ahí encerrado.

-¡Lárgate, por favor! –gritó Ignatius-. Me estás estropeando el éxtasis religioso.

Saltando vigorosamente de costado, Ignatius percibió que ascendía por su garganta un eructo, pero cuando abrió esperanzado la boca, sólo emitió un leve soplido. Aun así, los saltos tuvieron ciertos efectos fisiológicos. Ignatius acarició la modesta erección que apuntaba en las sábanas, la atrapó con la mano y se quedó quieto intentando decidir qué hacer. En esta posición, con el camisón rojo de franela alrededor del pecho y el vientre inmenso hundiéndose en el colchón, pensó con cierta tristeza que, tras dieciocho años con aquella afición, ésta se había convertido en sólo un acto físico mecánico y repetitivo, desprovisto de los vuelos de la imaginación y de la fantasía que había sido capaz de conjurar en otros tiempos. En una ocasión, consiguió convertirlo casi en una forma artística, practicando su afición con la habilidad y el fervor de un artista y un filósofo, un erudito y un caballero. Aún había ocultos por la habitación varios accesorios que utilizara en otros tiempos: un guante de goma, un trozo de tela de un paraguas de seda, un tarro de Noxema. El guardarlos de nuevo una vez concluido todo, había empezado ya a resultar demasiado deprimente.

Ignatius manipuló y se concentró. Al final, apareció una visión: la imagen familiar de un gran perro pastor escocés al que tenía gran cariño y que había sido suyo cuando estudiaba en el liceo. ¡Buf! Ignatius casi oyó a Rex ladrar de nuevo. ¡Buf! ¡Buf! ¡Aaggr! Rex parecía tan vivo.... Se le cayó una oreja. Ignatius jadeó. La aparición saltó una valla y cazó un palo que alguién lanzó en medio de la colcha de Ignatius. Cuando la piel blanca y tostada se aproximó más, los ojos desorbitados de Ignatius bizquearon y se cerraron y se desplomó lánguidamente entre sus cuatro almohadas, deseando que hubiera algún pañuelo de papel en la habitación.

LA CONJURA DE LOS NECIOS – JOHN KENNEDY TOOLE

LA CONJURA DE LOS NECIOS – JOHN KENNEDY TOOLE

El patrullero Mancuso bajaba despacio por la calle Chartres ataviado con medias de malla y un jersey amarillo, atuendo que el sargento le había dicho que le permitiría detener sospechosos auténticos y de fiar, en vez de abuelos y chicos que esperaban a sus mamás. Aquel atuendo era el castigo del sargento. Le había dicho a Mancuso que a partir de entonces tendría por única misión la de detener a tipos sospechosos, que la comisaría central de la policía tenía un guardarropa con disfraces que permitiría a Mancuso ser un personaje distinto cada día. El patrullero Mancuso se había puesto las medias de malla delante del sargento, que le había sacado a empujones de la comisaría y le había dicho que como no se espabilara lo expulsarían del cuerpo.

En las dos horas que llevaba recorriendo el Barrio Francés, no había capturado a nadie. Dos cosas, sin embargo, le habían dado ciertas esperanzas. Había parado a un hombre que llevaba una gorra y le había pedido un cigarrillo, y el hombre le había amenazado con hacerle detener. Luego, abordó a un joven que vestía trinchera y sombrero de señora, y el joven le había dado un bofetón y se había esfumado.

Cuando el patrullero Mancuso bajaba por la calle Chartres acariciándose la mejilla, dolorida aún del bofetón, oyó lo que le pareció una explosión. Con la esperanza de que algún sospechoso acabara de tirar una bomba o de pegarse un tiro, dobló corriendo la esquina y entró en St. Ann y vio la gorra verde de cazador vomitando entre los escombros.