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LA GRAN MURALLA CHINA

LA GRAN MURALLA CHINA

 

La Gran Muralla, una de las maravillas del mundo, una construcción única, casi mítica y, en cierto sentido, incomprensible. Los chinos la fueron construyendo con interrupciones a lo largo de dos mil años. Empezaron en una época en que estaban vivos Buda y Heródoto, y todavía trabajaban en ella cuando en Europa ya creaban sus obras Leonardo da Vinci, Tiziano y Johann Sebastian Bach.

Hay disparidad de números en lo tocante a la longitud de la muralla: desde tres mil kilómetros hasta diez mil. Se debe a que no existe una única Gran Muralla: son varias. Fueron levantadas en épocas diferentes, en lugares diferentes y con diferentes materiales. Tenían una cosa en común: en cuanto una nueva dinastía llegaba al poder, enseguida empezaba la construcción de la Gran Muralla.

Los chinos construyeron la muralla para defenderse de las invasiones..... Con todo, la Gran Muralla no es más que un símbolo de un país que durante milenios fue un país de muros. Si bien la Gran Muralla sólo marcaba la frontera norte del imperio, también se alzaban murallas entre regiones y entre barrios. Defendían ciudades y aldeas, puentes y desfiladeros. Protegían palacios, templos y ferias. Los muros rodeaban casas particulares, separando un vecino de otro, una familia de otra. Y si partimos del supuesto de que los chinos levantaron murallas durante miles de años obtendremos un saldo de cientos de millones de horas gastadas en construir murallas, horas que se habrían podido emplear en cosas tan útiles como leer o aprender un oficio. He aquí por donde escapa la energía del mundo. ¡Cuán irracional! ¡Cuán inútil!

La Gran Muralla, una muralla-fortaleza que se alarga miles de kilómetros a través de cordilleras vacías y deshabitadas, una muralla objeto de orgullo, una de las maravillas del mundo, es al mismo tiempo prueba de la debilidad y aberración humanas, de un enorme error cometido por la historia, que condenó a la gente de esta parte del planeta a la incapacidad para entenderse, para convocar una reunión donde todos juntos se plantearan como emplear con provecho el ingenio y las energías acumuladas de las personas.

Tal cosa resultaba una quimera, pues la primera reacción ante cualquier amago de problema era otra bien distinta: levantar una muralla. Encerrarse, separarse.

Pero la muralla no sirve sólo para defenderse. Al tiempo que protege permite controlar lo que sucede en el interior. Controlamos quién entra y quién sale, hacemos preguntas, comprobamos la validez de los pasaportes... Así que la muralla es a la vez escudo y trampa, mampara y jaula. Su peor característica es que engendra en mucha gente la actitud de defensor de la muralla, crea una manera de pensar en la que todo está atravesado por la muralla que divide el mundo en malo e inferior: el de fuera, y bueno y superior: el de dentro.

Se sube a la Gran Muralla por una de las abandonadas torres. La gigantesca construcción, erizada de macizos torreones y almenas, es tan ancha que por su cima pueden caminar hombro con hombro incluso diez personas. La muralla se extiende serpenteando hasta el infinito, cada una de sus puntas se pierde entre bosques y montañas. El lugar está desierto, no se ve ni un alma, el viento pugna por arrancarnos la cabeza. Ver todo esto, tocar piedras acarreadas siglos ha por hombres que se caían de agotamiento, ¿para qué? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué utilidad?

Viajes con Herodoto (Ryszard Kapuscinski)

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