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rutamudejar

En el instante en que Sandel se levantó, King se abalanzó sobre él, pero los dos golpes que largó se apagaron en los brazos de Sandel. Acto seguido Sandel se le había abrazado y se agarraba desesperadamente, al tiempo que el árbitro pugnaba por separar a los dos hombres. King contribuyó a liberarse del otro. Conocía la rapidez de recuperación de la juventud y sabía que si podía impedir esa recuperación, Sandel era suyo. Bastaría con un buen directo. Sandel salió tambaleándose del abrazo, columpiándose en la cuerda floja entre la derrota y la supervivencia. Un buen golpe le haría caer para no levantarse nunca más. Y Tom King puso sus nervios en tensión, pero el golpe no resultó ni lo bastante fuerte, ni lo bastante rápido. Sandel se tambaleó pero no llegó a caerse, retrocediendo hasta las cuerdas para agarrarse. King se arrastró hacia él, y, con un dolor horrible, lanzó otro golpe. Pero su cuerpo le había abandonado. Todo lo que quedaba de él era una inteligencia luchadora oscurecida y ofuscada por el agotamiento. El golpe, dirigido a la mandíbula, alcanzó a Sandel en el hombro. Había deseado colocar el golpe más arriba, pero los músculos cansados no habían podido obedecer. Y, debido al impacto del golpe, el propio Tom King se tambaleó hacia atrás y casi cayó al suelo. Lo intentó de nuevo. Pero esta vez su directo se perdió en el vacío, y, de absoluta debilidad, cayó sobre Sandel y se le abrazó, agarrándose fuertemente a él para no desplomarse sobre la lona.

King no hizo nada por descolgarse. Había disparado su último cartucho. Estaba acabado. En el propio abrazo sintió que Sandel recobraba las fuerzas paulatinamente. Cuando el árbitro los separó, vio allí, ante sus ojos, recuperarse a la juventud. Sandel recobraba las fuerzas por momentos. Sus directos, débiles y mal dirigidos al principio, se tornaron fuertes y ajustados. Los ojos nublados de King vieron al puño aproximarse a su mandíbula, e intentó parar el golpe interponiendo su brazo. Vio el peligro, quiso hacer eso, pero el brazo era demasiado pesado. Parecía que hubieran puesto sobre él cien kilos de plomo. El brazo no podía levantarse por sí mismo, e intentó levantarlo con su alma. Pero entonces el puño enguantado le alcanzó. Experimentó un agudo estallido que era como una descarga eléctrica, y simultáneamente el velo de la oscuridad se tendió sobre él.

Cuando abrió los ojos estaba en su esquina y oía los gritos de la audiencia como el rugido del oleaje. Le habían aplicado una esponja mojada a la base de su cerebro, y Sid Sullivan le rociaba con agua fresca la cara y el pecho. Le habían sacado ya los guantes, y Sandel, inclinado sobre él, le estrechaba la mano. No guardaba ningún rencor al hombre que le había puesto fuera de combate, y devolvió el saludo con tanta cordialidad que se resintieron sus nudillos.

1 comentario

Rutero -

Muchos habréis escuchado la canción de Bob Dylan y habréis visto la película, pero seguro que no lo habéis visto boxear, Rubin Hurricane Carter es el del calzón oscuro.