Boris Vian
PORNO PARA INVIDENTES
"El amor es ciego" es un relato breve de Boris Vian en el que una gran niebla se expande por la ciudad e impide ver a sus habitantes, cosa que al principio les desagrada, pero poco a poco van tomándole el gusto hasta tal punto que se dan cuenta de que el terreno de lo posible es muy extenso cuando no hay temor a que la luz se encienda... y cuando la niebla se disipó, lo que quedó indicado por aparatos detectores especiales, la vida pudo continuar felizmente, pues todos se habían sacado los ojos.
UNA MUERTE SURREALISTA
Me han jodido… mañana me pasan por la silla. Pero lo escribiré en cualquier caso, pues me gustaría dejar una explicación. El jurado no comprendió nada. Además, Slacks está muerta. Me resultaba difícil hablar sabiendo que no me creerían. Si Slacks hubiera podido arrojarse del coche, si hubiera podido venir a contarlo… pero todo ha terminado. Ya no hay nada que hacer. Al menos en este mundo. (….)
Miré hacia fuera. No sabía dónde estábamos, pero no había nadie. Su pantalón se abría con un cierre de cremallera. En el interior de un coche, por regla general, no suele quedar uno demasiado satisfecho. Pero, a pesar de ello, nunca olvidaré aquella vez. Ni siquiera mañana, cuando los muchachos me hayan afeitado ya la cabeza. (…)
Le quitaron el abrigo de piel y vieron que no llevaba nada debajo, excepto los pantalones. La pálida carne de sus caderas parecía asexuada y muerta bajo el resplandor de los reflectores de sodio que iluminaban la calzada. La cremallera del pantalón estaba ya abierta cuando nos dimos contra el árbol….
“Los perros, el deseo y la muerte” de Vernon Sullivan, alter ego de Boris Vian
Se han cumplido 50 años de la muerte de Boris Vian en una butaca de cine mientras asistía de incógnito al estreno de “Escupiré sobre vuestra tumba”, parece ser que no le gustó la versión cinematográfica de su novela más polémica, también publicada bajo el seudónimo de Vernon Sullivan, apareciendo Boris Vian como traductor del insigne e imaginario escritor americano.
La foto es de Jessica Alba en Sin City, viendo esta película Boris no habría muerto, estoy seguro de que le habría encantado.
Para los amantes de Rammstein aquí tenéis Keine Lust (Ningún Placer) con imágenes de Sin City.
BORIS VIAN LA ESPUMA DE LOS DÍAS (1946)
“Lo más importante en la vida es emitir juicios a priori sobre todas las cosas. Parece ser, en efecto, que las masas están equivocadas y que los individuos siempre tienen razón. Hay que abstenerse de deducir normas de conducta al respecto, pues no necesitan ser formuladas para que alguien las siga. (...) Su realización material propiamente dicha consiste esencialmente en una proyección de la realidad, en una atmósfera oblicua y caldeada, sobre un plano de referencia irregularmente ondulado y distorsionado. Como se ve, es un procedimiento confesable donde los haya”.
Este fragmento con el que empieza “LA ESPUMA DE LOS DÍAS” podrían suscribirlo 62 años después muchos de los políticos y tertulianos de hoy en día. Palabrería vacía de contenido. Retórica y más retórica para desviar nuestras mentes de los problemas reales. Boris acierta una vez más gracias a la fina ironía que destila su prosa surrealista, y es que cien años no son nada. Yo no soy ZP.
BORIS VIAN
Boris Vian publicó Escupiré sobre vuestra (puta) tumba en 1946, la crítica rechazó la obra por violenta, pornográfica y descarnada, fue prohibida por ultraje a la moral y a las buenas costumbres (ya veréis que no es para tanto) y tanto el autor como el editor fueron procesados. Otras obras suyas son Otoño en Pekín (la acción se desarrolla en verano en Mesopotamia), Que se mueran los feos (anticipándose a la clonación de la oveja Dolly), Lobo Hombre en Paris (relatos cortos), La Hierba Roja (no lo he leído por lo que no sé si se fuma o no) o La Espuma de los días (bonita historia de amor) entre otras. También escribió canciones, la única que yo conozco es Monsieur le président que es una carta que envía un desertor al président de la Republique diciéndole que a la guerra de Argelia vaya su puta madre (próximamente será publicada en este blog con vídeo incluido).
BORIS VIAN - ESCUPIRÉ SOBRE VUESTRA TUMBA
¿Puedo tocarte?
-No, eres muy fuerte –me dijo en voz baja. Ahora estábamos tendidos sobre el costado, mirándonos cara a cara. La empujé con delicadeza, hasta que quedó dándome la espalda, y entonces me acerqué a ella, y ella separó ligeramente sus piernas para abrirme paso....¿me vas a hacer daño?.
-No. Seguro que no –la tranquilicé.
No hacía otra cosa que pasear los dedos por sus pechos, de los lados a los pezones, y la sentía vibrar contra mí. Sus nalgas redondas y calientes encajaban perfectamente con la parte alta de mis muslos, su respiración se aceleraba.
-¿Quieres que apague la luz? –murmuré.
-No. Me gusta más así.
Liberé mi mano izquierda de debajo de su cuerpo y le aparté los cabellos de la oreja derecha. Hay mucha gente que ignora lo que se puede hacer con una mujer besándole y mordisqueándole la oreja, es un recurso infalible. Se retorcía como una anguila.
-No me hagas eso.
Me detuve al instante, pero me cogió de la muñeca y me apretó con una fuerza extraordinaria.
-No dejes de hacérmelo.
Volví a empezar, más pausadamente, y de repente observé que contraía todos los músculos, y luego se relajó y dejó caer de nuevo la cabeza. Mi mano se deslizó a lo largo de su vientre y me di cuenta de que algo había sentido. Me puse a recorrer su cuello, con besos rápidos, esbozados apenas. Veía como se estiraba su piel a medida que yo iba avanzando hacia su nuca. Y entonces, suavemente, cogí mi miembro y entré en ella, con tal facilidad que no sé si se dio cuenta hasta que empecé a moverme. Todo es cuestión de preparación. Pero ella se zafó de un golpe de caderas.
-¿te molesto? –le pregunté.
-Acaríciame más. Acaríciame toda la noche.
-Esa es mi intención –le aseguré.
La poseí de nuevo, esta vez con brutalidad. Pero me retiré antes de satisfacerla.
-Me vas a volver loca... –murmuró.
Se tumbó boca abajo y escondió la cabeza entre los brazos. La besé en las caderas y en las nalgas, y luego me arrodillé encima de ella.
-Separa las piernas –le dije.
No me contestó, pero las separó, despacio. Metí mi mano entre sus muslos y me guié otra vez, pero erraba el camino. Se puso rígida, y yo insistí.
-No quiero –protestó.
-Arrodíllate –le dije.
-No quiero.
Y entonces arqueó las caderas y dobló las rodillas. Mantenía la cabeza entre los brazos, y yo, lentamente, iba cumpliendo mi propósito. Ella no decía palabra, pero yo sentía su vientre subir y bajar, y su respiración que se aceleraba. Sin soltarla, me dejé caer a un lado, y cuando quise ver su cara brotaban lágrimas de sus ojos cerrados, pero me dijo que me quedara.