BREXIT
William, un turista británico de viaje en Amsterdam, visita el barrio rojo y decide entrar en un burdel.
La madame le pide tomar asiento en el salón y le sirve una cerveza mientras grita, ¡Chicas al salón! Aparecen unos pibones y William elige a Cindy la tetuda. Cindy se sienta a su lado e inicia la conversación mientras disimuladamente se sienta en el regazo de William y comienza con el frotis... William, completamente enardecido, le susurra algo al oído, pero apenas lo ha oído ¡Cindy la tetuda huye!
Al ver esto, la madame le envía a Carla, una señora con más experiencia en el arte de entretener caballeros. Se sientan en un reservado y charlan alegremente mientras beben cerveza... Carla aprovecha la intimidad y se sienta entre sus piernas, mientras William, furo como un buco, le susurra algo al oído, y Carla, gritando, "¡No!", como una posesa, se va rápidamente completamente indignada.
La madame sorprendida de que este hombre aparentemente corriente pidiera un servicio tan depravado que dos de sus niñas salieron a escape, decide presentar a William a Lola, la más guarra, siempre dispuesta a todo. Lola nunca dice "no", y casi ninguna depravación la sorprende. Lola se mete al reservado con un William que ya casi ha asumido que volverá a Londres sin follar, empiezan a conversar y Lola le mete la mano bajo la bragueta mientras le da un sutil lenguetazo en la oreja. William, cegado por la pasión del momento, le susurra algo al oído, y Lola grita: "De ningún modo" y cruza el salón a la velocidad de Usain Bolt.
La madame, completamente intrigada, pues nunca había visto nada igual en todos sus años de trabajo en el burdel, decide volver temporalmente a la profesión más antigua del mundo. Sabe que sólo tiene que darle a William lo que quiere. Se va directa a por William que ya estaba recogiendo el abrigo y le dice que ella es la más puta del burdel, por eso es ahora la madame, y que está disponible a un precio rebajado. A William no le gustan mucho las MILF, pero ante la perspectiva de matarse a pajas en el hotel, acepta la oferta. Se sientan, piden champán, la madame le cuenta anécdotas picantes del burdel, se aproxima a William rozándole con el muslamen mientras le acaricia disimuladamente el paquete, así que William se lanza, se inclina hacia delante y le susurra al oído: "¿Puedo pagar en libras?"
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