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"Las primeras semanas todo iba bien. El niño era feo, pero no nos importaba. Cuando pasaron tres meses el niño empezó a comportarse de un modo extraño. Ya andaba, lo que nos hizo ilusionarnos con que fuera superdotado, pero enseguida comenzó a trepar por las estanterías y a colgarse de las lámparas, emitiendo agudos chillidos y empezamos a sospechar que algo iba mal, lo llevamos a un pediatra que nos recomendó un veterinario, así que desde allí fuimos a presentar denuncia a comisaría", recuerda una madre catalana.
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