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rutamudejar

LA PUERCA ES MÍA

Karras se adelantó, al tiempo que Merrin entraba lentamente, alto y erguido, hasta quedar al lado de la cama. Allí se detuvo y bajó la vista hacia el diablo.

Una reprimida quietud pesaba sobre el dormitorio. A continuación, Regan sacó su lengua negruzca, como de lobo, y se lamió los labios partidos e hinchados. El ruido era semejante al de una mano que alisa un pergamino arrugado.

—bueno, ¡orgullosa porquería! -rugió el demonio-. ¡al fin! ¡al fin has venido!

El anciano sacerdote levantó una mano e hizo la señal de la cruz sobre la cama; luego repitió el gesto por toda la habitación. Volviéndose, quitó el corcho del frasco con el agua bendita.

—¡ah, sí! ¡ahora viene la orina sagrada! -exclamó el demonio con voz ronca.

Merrin levantó el hisopo, y la cara del demonio se contrajo, lívida.

—¡ah!, pero, ¿vas a hacerlo? -rugió-. “¿vas a hacerlo?”

Merrin empezó a agitar el hisopo.

El demonio levantó violentamente la cabeza; la boca y los músculos del cuello le temblaban con furia.

—¡sí, salpica! ¡salpica, Merrin! ¡empápanos! ¡Inúndanos en tu sudor! ¡tu sudor está santificado, san Merrin!

—”¡silencio! ¡cállate!”

Las palabras saltaron como dardos. Karras retrocedió y desvió la mirada hacia un lado, maravillado ante la firmeza de Merrin, que miraba a Regan de una manera fija y dominante. Y el demonio se calló. Le devolvió la mirada. Pero ahora los ojos eran vacilantes. Parpadeaban. Cautelosos.

Con gesto rutinario, Merrin tapó el frasco y se lo devolvió a Karras. El psiquíatra lo deslizó en su bolsillo y observó que Merrin se arrodillaba junto a la cama, cerraba los ojos y empezaba a rezar como en un murmullo.

—padre nuestro...

Regan escupió; en la cara de Merrin se estrelló un escupitajo amarillento, que resbaló lentamente por su mejilla.

—...venga a nosotros tu reino... -cabizbajo, Merrin continuó su plegaria sin pausa, mientras una mano sacaba un pañuelo del bolsillo y, sin prisa, le quitaba el salivazo-. Y no nos dejes caer en la tentación... -terminó suavemente.

—mas libranos del mal. Amén -respondió Karras.

William Blatty "El exorcista"


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