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CUBA EN CARRO

CUBA EN CARRO

 

Una buena manera de conocer Cuba es recorrer la isla en carro (coche para los españoles o auto para el resto) si dispones de un mínimo de quince días (veinte mejor) o en bicicleta (es un territorio muy llano) si dispones como mínimo de un mes. Cuba tiene una superficie de unos 110.000 km2 con una distancia aproximada de punta a punta (de Pinar del Río a Santiago) de aproximadamente unos 1.200 Km y un ancho que varía entre 35 y 200 km, es ideal para hacer un recorrido más o menos circular.

           

Alquilar un carro es bastante fácil, puedes alquilarlo desde tu lugar de origen a través la agencia de viajes o en La Habana o Santiago de Cuba, dependiendo de tu aeropuerto de entrada.

Nosotros lo alquilamos en España a través de nuestra agencia de viajes que a su vez representaba a CubaCar, elegimos marca, modelo y seguro. Cuando llegáramos a La Habana sólo teníamos que dirigirnos a una agencia de CubaCar sita en un conocido hotel para retirar el carro. ¡Fácil! ¿No?

           

Pues nos plantamos en el lugar convenido y ¡Cerrado!, no es que no hubiera carros, es que la agencia estaba cerrada en horario comercial. ¡Cómo puede ser esto!

En la recepción del hotel nos informan que han ido al aeropuerto a traer carros, que esperemos… ¡paciencia!, ¡sólo serán un par de horas de retraso!

Cuando llegan nos dicen que lo sienten mucho, pero que debido a la Feria Internacional de La Habana se han quedado sin carros y que lo de nuestra reserva es algo orientativo ¡Vuelvan mañana!

Nuestros planes de salir esa misma mañana hacia Santiago de Cuba ¡Kaput!, esa noche dormimos en una auténtica “parrilla” libre de impuestos que amablemente nos ofreció por un módico precio un camarero que conocimos la noche de nuestra llegada. ¿No saben qué es una parrilla? Eso dará para otro artículo.

A la mañana siguiente acudimos puntuales a nuestra cita: ¡Ya había una fila de unas 20 personas! Van atendiendo con una parsimonia exasperante conforme van teniendo carros libres, tras una espera de casi dos horas (debía ser para ablandarnos, algo típico de las dictaduras para que la gente sepa quien manda) entramos a la minúscula oficina donde nos atiende un tipo, de unos 130 kg en canal con pintas de mafioso y un gran manojo de llaves de carros de cuyo racionamiento está encargado, que nos ofrece en primer lugar un todo terreno por un precio abusivo, le decimos que ¡No! ¡Queremos lo que compramos!

-pero nos contesta, sin inmutarse, que en ese caso tendremos que esperar a que haya carros de nuestra elección (¡reservados hacía un mes!).

              

Tras otro buen rato, esta vez más breve, nos vuelve a tocar y el mismo tipo gordo nos dice que no disponen de vehículos de la marca y modelo que nosotros habíamos reservado (Toyota Corolla), pero que tienen un Hyundai Accent y que como es de una categoría inferior no hay problema.

¡Ah!, comprendo, entonces nos devuelven la diferencia por el cambio de categoría y por el día perdido –preciso yo.

No, aquí no estamos autorizados para devolver nada, por eso no hay problema (o sea, son lentejas, si quieres las tomas y si no las dejas).

Captado el mensaje jefe, nos ofrecemos a firmar donde sea con tal de disponer de un carro para viajar.

El tipo nos hace firmar la renuncia al día perdido y un seguro con una franquicia tan grande que, teniendo en cuenta las posibilidades de accidente grave en Cuba, más que seguro parece una donación turística al estado cubano, franquicia que tenemos que dejar en depósito en metálico y que nos será devuelta a la entrega del vehículo sin desperfectos, y también tenemos que pagar la gasolina, puesto que nos entregan el vehículo con el depósito lleno ¡qué detalle, así nos ahorramos la búsqueda de una gasolinera en La Habana! Nos advierten de que los carros turísticos no funcionan con la gasolina que ellos llaman normal, sólo funcionan con la llamada especial, que es más cara (¡Casualidad!).

Armados con nuestro mapa “made in Checoslovaquia” de Kuba y con el asiento de atrás lleno de latas de cerveza Bucanero nos lanzamos a toda velocidad (es una autopista muy ancha) a la conquista de la autopista central que une La Habana con Santiago de Cuba.

No hay señales por ninguna parte, debemos tomar un desvío dirección Cienfuegos ya que nuestro primer objetivo es parar en la península de Zapata (provincia de Matanzas) donde tenemos previsto probar el cocodrilo cubano, un cocodrilo que resultó saber a pollo.

Pero, tras una hora de conducir a 160 km/h atravesando pasos a nivel sin barrera que no vimos (menos mal que los trenes funcionaban sólo en la zafra y noviembre no es la época), y asumiendo mi responsabilidad como copiloto al mando del mapa, advertí al piloto que probablemente vista la posición del sol, el tiempo transcurrido y la velocidad, nos habríamos pasado el desvío hacía un rato, corriendo el riesgo de salirnos de la isla… ¡No jodas! ¡Hay que dar marcha atrás!

Damos la vuelta, atravesando a las bravas la mediana de la autopista ante la atenta mirada de un caballito (agente de tráfico motorizado) que, discretamente, vuelve su cabeza en dirección contraria tras adivinar el color rojo de nuestra matrícula turística (¡alguna ventaja tenía que tener!). Tras andar unos cuantos kilómetros vemos un gran cartel de color azul en el suelo sobre el que están sentados unos cuantos paisanos, en el cartel pone Cienfuegos.

Una gran cuesta abajo nos llevará hacia nuestro destino, hasta que llega una subida prolongada y el carro empieza a perder fuelle -¡Te estás quedando dormido!  -le digo con sorna al piloto (había tenido una mala noche).

Esto no tira –me dice, le estoy pisando a fondo… de repente el carro va perdiendo más velocidad hasta que se para. ¡Lo que faltaba, una avería en medio de la nada!

¡Por Dios, trata de arrancarlo! Nada, no responde, ¡está muerto!

¡No nos habremos quedado sin gasolina! -digo, ¡Imposible, la aguja marca un cuarto, además habremos hecho unos 100 km! –afirma el conductor.

Muevo la zona del depósito, ¡parece que no suena! Abro el tapón del depósito, clásico sonido a gas de depósito vacío, meto un palo y sale más limpio de lo que entró… ¡Hijos de puta! ¡Trucan la aguja de la gasolina!

En esto que pasa un guajiro a caballo que amablemente se interesa por nuestra desgracia, se lo explicamos y nos dice: No se preocupen, vuelvo en un momento con el coche y les acerco a la gasolinera más cercana que está como a 10 km y llenan una garrafa. Ok, muchas gracias.

Al rato aparece con el mismo caballo tirando de lo que nosotros llamamos un carro, yo me quedo vigilando nuestro carro para que no lo desguacen y Salam marcha con el guajiro hacia la gasolinera.

Llenado el depósito con la garrafa nos acercamos de nuevo a la gasolinera para devolver la garrafa y llenar el depósito hasta los topes.

¡Ya no nos queda gasolina especial! –nos dice el gasolinero.

¡No nos jodas!... –gritamos con indignación, pero, el gasolinero mira alrededor, no hay nadie, les puedo llenar con gasolina normal, -nos dice, el carro funciona igual.

¡Hijos de puta! Lo hacen para sacarles los dólares a los turistas… las gasolineras tienen prohibido vender gasolina normal a los turistas.

Lo mejor fue la explicación que acerca del trucaje de la aguja nos dio el gordo cuando le devolvimos el carro: es que nosotros llenamos el depósito con el carro en marcha hasta que la aguja marca full, ¡para partirse la pija… o partirle la cara!

En cuanto al resto del viaje en carro, tiene la ventaja de poder ir recogiendo a la gente (especialmente señoritas de buen ver) que piden botella (= hacer autostop) para ir generalmente al pueblo de al lado e ir conversando con ellas (aunque a algunas la velocidad les impide abrir la boca ¡pare, pare, que voy a vomitar! –dijo alguna), por lo demás todo son inconvenientes, especialmente el puto parqueo (aparcar es parquear, y en todos los sitios te piden un dólar), en el que sin darte cuenta te dejas una pasta. Yo prefiero el bus, en viazul es otra historia.

 

2 comentarios

Rutero -

Bueno, ya viste que en nuestra segunda visita a los parqueadores les habían dado una camiseta de Havana 10 y a trabajar para Fidel...

Salam -

Si vas de turista primerizo ya sabes que te van a pelar. Al turista que ya se lo sabe tamibén lo pelan, pero menos.
En cuanto al parqueo, yo vivo en una ciudad en que si no te cobran en la zona azul, te cobran en la roja o directamente te multan por aparcar de manera indebida. Un pais en el que el gasoil ha llegado a costar lo que la gasolina y esta costar 1.5€ litro, donde las autopistas son de pago, un pais lleno de radares y de controles de alcoholemia, que se pagan con mis impuestos y que sirven para que me multen. Un pais donde te detienen, te identifican, te registran y te sancionan por inspirar a Aznar. Un país, en fin, donde se folla poco y se paga mucho. Pero eso sí, cada cuatro años puedo ir a las urnas para decidir cúal de los dos idiotas que otros me imponen me va a joder.