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EL BOSCO

Al final me armé de valor y me dije: No me voy a perder la irrepetible y superpromocionada exposición de El Bosco en El Prado, así que compré una de las pocas entradas que quedaban para el último miércoles a las 15:00 y un billete de AVE (gracias a El Turco por sus labores de impresión, ¡en color!, en agradecimiento le he traido el folleto-guía de la exposición, en castellano y sin ilustrar). La excursión empezó bien porque a 100 metros de casa cuando me dirigía a la estación a pillar el AVE de las 7 de la mañana me petó la rueda trasera de la bicicleta, así que tuve que volver andando a casa a coger el coche porque a esas horas tomar un taxi es una quimera en mi zona, conclusión: no perdí el tren por 2 minutos, emocionante...  

Una vez en El Prado dediqué las horas previas a ver las novedades de la exposición general (hacía unos años desde la última vez) y me gustó especialmente la parte dedicada al románico y al gótico español, especialmente la obra maestra de Bartolomé Bermejo.

Pero volvamos al Bosco, el ambiente en la sala era lo más parecido a una feria de pueblo, jubilados por todos los lados, especialmente jubiladas en grupos de caza y destrucción, y mogollón de gente más (mamás con carrito, niños llorando, sacerdotes con niños de uniforme, pijos y pijas, postmodernos afeminados con los pelos de colores y toda esa mierda). Había que esperar un buen rato para poder acercarte a ver con detalle los cuadros, delante de los cuadros principales llegué a contar un grupo de más de 60 personas literalmente arremolinadas enfrente de la obra, algunas con una libreta en la mano tomando notas ¿de qué?, me entró tanta curiosidad que me acerqué a una señora y le miré por encima del hombro mientra ella anotaba primorosamente en la guía la palabra "dibujo" al lado de la obra número 27 titulada "Cabeza andante grotesca y pequeño monstruo sapo".

A los pobres vigilantes del museo se les veía estresados (WTF!!!), gentes acostumbradas a pasar tediosas jornadas de trabajo sentadas en una silla leyendo un libro y cuya máxima emoción laboral es matar alguna mosca de vez en cuando, tenían que controlar a una horda de jubiladas sedientas de cultura ¡Señora no toque el cuadro! ¡Señora no beba agua!, pero, es que si no no puedo tragarme la pastilla, se disculpaba la pobre señora (literal, ojo que no me invento nada) ¡No se apoyen en el expositor! ¡Está prohibido comer en la sala! ¡controle al niño por favor o se tendrá que ir!... buah!!! el puto márketing de la cultura de masas (600.000 personas de pago dicen que han pasado por allí, así que teniendo en cuenta que la mayor parte de los jubilados no pagan...), por lo demás la exposición es una maravilla, lástima de no haberla podido ver con algo de tranquilidad...

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