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Paraguas por la democracia

 

Las ideas de democracia, derechos laborales o derechos humanos, tal y como las conocemos en Occidente son ideas extraterrestres para el pueblo chino. China jamás en su historia reciente (y menos en la antigüa) ha conocido la democracia y sus derechos inalienables: 

En el siglo XIX los chinos, igual que ahora, vendían mucho a los hijos de la Gran Bretaña y sólo aceptaban el pago con plata, ya que Inglaterra no tenía nada que los chinos quisieran comprar, por lo que había un claro desequilibrio en la balanza comercial que hacía que Londres perdiera su plata. En esas estaban, cuando un narcotraficante británico llamado Willian Jardine sugirió la idea de vender opio y traerse de vuelta las monedas. Como los chinos no aceptaron el comercio legal de opio, los súbditos de la Reina Victoria se vieron obligados a usar, muy a su pesar, la clásica diplomacia del cañonazo con la que hundieron la flota china en las dos guerras del opio tras las que se anexionaron la isla de Hong Kong en 1842 y parte del continente en 1860.  

A partir de entonces el imperio chino va de rebelión en rebelión, hasta que la de los bóxers y la de Xinhai le dan la puntilla al último emperador manchú de la dinastía Qing en 1912 y se proclama una teórica República Constitucional Parlamentaria que en la práctica no llegó a instaurarse en todo el país. Luego vino Chiang Kai-shek a poner "orden" en 1920, pero en el 37 los japoneses comienzan la invasión y acabada la guerra mundial comienza la revolución comunista que mandó a Chiang a tomar Taiwan. Así que, China nunca ha sido una democracia y ni siquiera saben lo que es....

“Pero existe una categoría de extranjeros malhechores que fabrican opio y lo traen a nuestro país para venderlo, incitando a los necios a destruirse a sí mismos, simplemente con el fin de sacar provecho. (...)ahora el vicio se ha extendido por todas partes y el veneno va penetrando cada vez más profundamente (...) Por este motivo, hemos decidido castigar con penas muy severas a los mercaderes y a los fumadores de opio, con el fin de poner término definitivamente a la propagación de este vicio.(...) Todo opio que se descubre en China se echa en aceite hirviendo y se destruye. En lo sucesivo, todo barco extranjero que llegue con opio a bordo será incendiado (...) Lin Hse Tsu. Carta a la reina Victoria. 1839.

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