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NA MANSAO DO AMOR

NA MANSAO DO AMOR

 

La estancia en Río del amigo Raro trae a mi memoria recuerdos de cierto viaje a Brasil. Noviembre es un buen mes para disfrutar del carnaval sin ser todavía carnaval. En noviembre comienzan a ensayar en el Pelourihno (la zona es bastante segura siempre que no sobrepases la barrera policial) de Salvador de Bahía las agrupaciones (no sé como se llaman) de tambores. El inicio de la noche es un momento bueno para ir a verles sambear mientras te tomas una cerveza Skol.

Después puedes disfrutar de una cena copiosa en uno de los muchos buffet libre que existen. Yo probé dos, el Brasil legal (una cadena de restaurantes) que es lo más parecido a nuestro buffet libre, con la única diferencia de que si te dejas algo en el plato tienes que pagar la llamada tasa de desperdicio (por irresponsable); el otro es el llamado restaurante de comida por kilo, en estos cada vez que llenas el plato tienes que pasar por la báscula y te anotan en una tarjeta magnética el peso de lo que vas comiendo, luego pagas el peso (a tanto el kilo) y si te dejas algo la tasa de desperdicio. Por eso es mejor probar un poco de todo y cuando sepas lo que más te gusta te pones como un cerdo.

Luego viene el “ligoteo”. Esto es muy fácil, sólo tienes que decirle alguna chorrada a la primera que veas. Lo que si que tienes que tener claro es que la tipa esté bien buena y te guste porque si yerras el tiro será difícil quitártela de encima.

Como íbamos en grupo alguno ya se conocía el percal por lo que sólo tuve que subirme al carro. Abordaron a un grupo que no tenían mala pinta con la típica pregunta de donde está la fiesta por aquí. Las tías que como os podéis imaginar no estaban precisamente por casualidad en esas calles repletas de turistas se prestaron amablemente a llevarnos de farra. Nos llevaron a varios sitios para que escogiéramos el que más nos gustara. Al final nos decidimos por el que peor pinta tenía ya que no cobraba entrada (las decisiones grupales son así), pero que resultó ser la ostia. Tras pasar por delante de un gorila tamaño elefante había que subir unas estrechas y empinadas escaleras hasta llegar al bar. Resultó ser un bar del  Partido de los Trabajadores (Lula), tipo casa del pueblo pero en versión marcha a precios populares. Inmediatamente llenamos (no me acuerdo si éramos 8 o 10) la sala de la derecha donde había una pequeña barra y un reservado. En la otra sala tocaba ritmos cubanos de puta madre una orquesta en vivo. Como me despisté un poco con la musiqueta los demás ya habían empezado a repartirse las tías mientras yo me amorraba a mi primera Skol, total que me senté al lado de la que parecía libre. La primera impresión no fue muy allá, -pensé, ya me ha tocado la fuertecita. Pero bueno, uno es solidario y si se va en grupo se va en grupo. Así que con la excusa de ir al baño me fui a echar un ojo a la contigua sala de baile. ¡ Horror ! Todo pillado. No me quedó más remedio que volver con lo que quedaba. ¡Así es la vida!

Empecé con una conversación banal tipo vienes mucho por aquí y tal. La tía no hablaba mucho español, pero se le entendía bastante bien. No me acuerdo de su nombre, la llamaremos Diana (diosa cazadora). La verdad es que la chica se expresaba bastante bien por lo que entre trago y trago me percaté de que tenía un par de tetas de impresión, momento que ella aprovechó para hacer una aproximación física que obtuvo una inmediata respuesta de mis partes bajas. La  minifalda se le había subido tanto al sentarse que casi le veía la matrícula, motivo que aproveché para cubrirla con la mano, desatándose una incontenible pasión entre los dos.

Con estos calores tenía el pantalón a reventar, menos mal que ella propuso ir a bailar, razón por la que no acabé haciéndoles un roto. Ya en la pista de baile aquello fue la ostia, Diana se movía impresionante (no imaginaba que tuviera semejante ritmo). Después de unos minutos de auténtico vértigo con unos reggetones refrotando todo lo refrotable (tenía de todo y todo duro como una piedra) conseguí arrastrarla de nuevo hacia el reservado. Allí proseguimos con el desenfreno y cuando Diana consideró que ya me había puesto a cien (realmente estaba a cien mil) me informó de que eran Garotas de programa, que en Brasil es el nombre que le dan a las chicas de compañía.  Como yo ya estaba loco por meter se entabló una rápida negociación unilateral: acepté todas sus condiciones inmediatamente.

El grupo de los gayumbos húmedos (aquél reservado empezaba a parecerse a una orgía) se empezó a dispersar. Nos metimos en un taxi con otra pareja y marchamos hacia un hotel que ellas conocían. Resultó ser la mansión del amor (na mansao do amor). Este tipo de hoteles funciona bastante en Brasil, de hecho asaltan uno en la película Ciudad de Dios. Por lo visto también funcionan estos hoteles en Japón, pero en versión más freak. Las chicas debían ser conocidas de la casa ya que antes de llegar al mostrador el recepcionista ya nos esperaba con las llaves en la mano. Subimos en el ascensor (cinco pisos de folleteo) hasta nuestra habitasao. Abro la puerta y ¡Shock! Cama redonda de sábanas rojas con espejo gigante en el techo y radio incorporada en el cabecero, kit del amor encima de la mesa, TV con programación caliente, servicio de comidas, champán incluido y mueble bar vacío. El kit del amor  incluía en una elegante bolsita: colección de condones de varios sabores, cremita vaginal para ella, diversos aceites para los dos, tanguita con la bandera de brasil (no lo pudo usar, la talla era pequeña) y un hermoso consolador debidamente precintado e higienizado que como podéis suponer no utilicé.

La noche fue divertida, la chica de carnes prietas, aunque no demostró tener ningún conocimiento digno de reseña, resultó ser muy complaciente (follamos hasta en el jacuzzi) y no dejamos un solo rincón por explorar. Al final tuve que pedir yo el final, me dejó reventado para el resto del día. Cuando salí de la habitación me crujían todos los huesos (la falta de costumbre), pero en el taxi de vuelta la cachonda casi me hace revivir con sus habilidades (creo que el taxista debió flipar, aunque en Brasil deben estar curados de estos espantos).

Cuando nos fuimos pasamos por recepción y entonces me percaté del lugar donde habíamos estado, aquello era sexo a la carta, en el menú tenían hasta una habitación sorpresa que no recomiendo ya que vi salir algunos travelos con pinta de tener una buena tranca.

 

 

P.D.: la foto es de una casa cubana de la ciudad de Holguín, allí no tienen mansiones del amor, pero tampoco se lo montan mal.

 

 

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